El brujo o nigromante determinaba el mejor momento y lugar para la celebración de los rituales, teniendo en cuenta los intereses y limitaciones de los beneficiarios del pacto.
El criterio fundamental era que el pacto no pudiera ser interrumpido. Así, en los sacrificios públicos se habilitaba un espacio defendido por guardianes.
En los particulares siempre se optó por elegir un espacio cerrado, fuera del alcance de ojos u oídos ajenos y tomando todas las medidas necesarias para prevenir cualquier interrupción. De esa manera, se aumentaba también el secreto.
El tiempo idóneo es por este orden de relevancia:
1. Con dos días libres por delante.
2. Entre la puesta y la salida de Sol.
3. En noche de Luna Nueva o Cuarto Creciente.
4. Antes de que la víctima menstruara.
5. Durante la primavera o inicios del verano.
El lugar idóneo es por este orden de relevancia:
1. En lugar de fuerza.
2. Con fuente de agua y fuego.
3. En monte o mar abierto, al aire libre.
4. En lugar cerrado y secreto.
5. Al amparo de la tierra.
Las velas, los inciensos, las ofrendas y el cuchillo sagrado empuñado enérgicamente por el oficiante confieren a la escena un halo irreal.
La luna llena, que preside un cielo plagado de estrellas, supone el atrezzo ideal para completar tan dantesco contexto.
El mago inicia la invocación, combinando el latín tradicional con el creol, su lengua materna. Los demonios invocados, tras el protector círculo mágico, contenemos la respiración y concentramos nuestra atención al máximo… si todo sale según lo previsto, en unos instantes se materializaría ante nosotros Astarot, uno de los demonios legendarios, que han protagonizado los grandes tratados de Alta Magia.
Selección de instrumentos:
Normalmente, los beneficiarios del pacto aportaban el lugar y las instalaciones necesarias para su ejecución con seguridad.
El brujo o nigromante llevaba consigo el instrumental necesario, que variaba según sitio, momento, víctima y objetivo del pacto. Entre estos se hallaba: el filo ritual o athame, la pócima de poder, la piedra imán, el papel para el manuscrito, los compuestos para la tinta y las atenciones al sacrificio.
El nigromante suministraba también las cintas de unión, con la que se ataba durante unos minutos a la víctima con sus beneficiarios justo antes de iniciar el ritual para terminar la sincronización.
Existen numerosas supersticiones sobre los materiales para invocar al demonio, incluyendo algunas inexistentes en este plano como la piedra filosofal o la ematilla. Nada de todo esto era necesario.
El nigromante aportaba todos los elementos exóticos necesarios, lo que se incluía en el precio de sus servicios.
El manuscrito demoníaco se redactaba sobre una hoja de papiro, con la tinta elaborada a partir de la sangre de la víctima, mezclada con los demás componentes.
Este manuscrito constituía el libre contrato entre la parte natural y la sobrenatural.
Se trataba de un texto sencillo, iniciado con una invocación formal y realizando normalmente una sola petición cortés por cada sacrificio. Al final, los beneficiarios firmaban con su nombre completo.
Entonces, el manuscrito se disolvía en alcohol y la disolución se agregaba a la última toma de pócima de fuerza que ingeriría la víctima antes del sacrificio. Así quedará escrito para los tiempos; caiga mi traición sobre mi cabeza y la de mi hijo si rompiera o alterara este pacto. Por siempre. (Firma)