La idea de un pacto con el diablo es anterior a Fausto. Una de las primeras referencias históricas comunes la podemos encontrar en el siglo VI por Teófilo el Penitente, un clérigo que firmó un pacto con el diablo con su propia sangre, y renunció a sus creencias cristianas para que el diablo le otorgase el “regalo” para que fuera nombrado obispo. Otro famoso pacto fue el del padre Urbain Grandier a principios del siglo XVII, cincuenta años después de la época de las primeras historias de Fausto (unas pocas décadas después de la obra de Marlowe), cuando la caza de brujas estaba en su máximo apogeo en Francia. Aunque muchos expertos creen que su pacto fue una manipulación hecha por sus acusadores, la Inquisición.
Alrededor del siglo XVI, mucha gente tenía un miedo literal al diablo, basándose al menos en la incertidumbre, y hay que tener en cuenta que era natural para algunos imaginar que otra persona con una habilidad especial podría haber obtenido su habilidad de un pacto con el diablo. Pero habían ciertos caso que escapaban a toda lógica, ¿cómo explicar que Johannes Gutenberg en el siglo XV, escribió un libro tras otro, cada página con las mismas letras, cada página exactamente igual que las demás, sin necesidad de contratar escribas? La respuesta es sencilla, había pactado con el diablo, quien hizo todo el trabajo en una noche.