San Cristóbal, un santo con cabeza de perro

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En la pared norte de la iglesia de San Millán de Segovia hay dos grandes murales probablemente del siglo XIV; uno representa la crucifixión y otro nos muestra a San Cristóbal cruzando un río con el niño Jesús a cuestas. Esta es la forma tradicional de representar a este santo; la colocación en el muro norte procede de la antigua creencia de que si uno veía la imagen del santo al entrar a la iglesia, ese día nada malo podía ocurrirle; como se suele entrar a las iglesias por el lado sur, la colocación en la pared norte es la mejor para ver al santo nada más entrar en la iglesia. Lo que llama la atención es que la cabeza de San Cristóbal, si uno se fija, es más la de un animal que la de un ser humano. Sin duda, el santo parece tener la cabeza de un perro. Y este hecho, claro está, requiere una explicación. Algunas personas interpretan este tipo de representación afirmando que se relaciona con el tránsito de las almas al Más Allá; de hecho, el cruce de aguas ha sido siempre un símbolo de este tipo de trance, recuérdese al barquero Caronte, que pasaba las almas de una a otra orilla del mundo inferior. Lo relacionan con Anubis, a quien se representaba con cabeza de chacal. Otros, en cambio, hacen una lectura más alegórica de esta imagen y la relacionan con la fidelidad: Al igual que el perro es fiel a su amo, San Cristóbal es fiel a Cristo. Hay, sin embargo, otra explicación que bien puede aclarar el asunto, pues la idea de una influencia icónica de los egipcios no me parece adecuada y la representación como alegoría sería una excepción en todo el arte cristiano. La antigua leyenda cuenta que en el reinado del emperador Decio, un grupo de soldados llegó a un pueblo y sometió a tortura a todos los cristianos. Un joven mercenario que procedía de una tribu bárbara y era de talla gigantesca y muy feo de cara, tuvo compasión de esa gente y como no sabía su lengua, cayó de rodillas y rezó al dios de los cristianos. Entonces apareció un ángel, le tocó los labios y pudo hablar en latín. A partir de este momento se hizo cristiano y defendió su religión hasta morir martirizado. La fealdad de su cara se debía a que Cristóbal pertenecía al pueblo de los cinocéfalos, o “cabezas de perro”. San Cristóbal pertenecía a esta tribu del norte del África llamada los Marmaritae. Esa área del mundo era desconocida en esa época y se consideraba habitada por toda clase de extrañas criaturas, incluyendo a hombres con cabeza de perro. San Basilio contaba que San Cristóbal era un fiero gigante con cabeza de perro llamado Réprobo que se alimentaba de carne humana. Tras su bautismo recibió una cabeza normal.

 

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