De pequeña, solía viajar con mis padres, el trayecto era seguro con ellos, el tiempo de viaje era más de un día porque transcurría desde la mina hasta la ciudad de Arequipa. Aún recuerdo el camino, pero el tiempo pasa y no siempre puede uno viajar acompañado, así que un buen día me aventure hacer el viaje sola, ya tenía edad de hacerlo, cogí mis cosas, una mochila y una casaca para ser exacto, fui al terminal compre el pasaje y decidida a todo pero con los nervios propios de mi primer viaje sola, subí al autobús, sin sospechar de ninguna situación sobrenatural.
El viaje transcurrió de manera tranquila, yo iba mirando los paisajes que se me presentaban, hice un amigo, iba a lado mío, lo había visto en el colegio. Estábamos a punto de entrar al primer pueblo, no recuerdo el nombre, de pronto, todos sentimos que el carro presentaba algunas fallas, el chofer dio aviso de que nos detendríamos en aquel pueblo para arreglar el desperfecto y seguir el viaje. Algunas personas bajaron para estirar los pies, decidimos bajar con ellos, entonces me di cuenta que el problema del carro era mucho peor de lo que imaginábamos.
Nos recomendaron que lo mejor fuera buscar un lugar donde dormir, menos mal y encontramos el sitio perfecto donde pernoctar, recuerdo que el lugar tenía muchas camas me eche en una pero el aburrimiento se apodero de mí, así que volví a reencontrame con el amigo del bus a dar un paseo, conocer el pueblo, lugar que solo veía por la ventana cuando viajaba con mis padres, lugar donde ellos tomaban el tren, aquellos años donde viajar en autobus era un privilegio porque sólo hasta ese lugar llegaba el camino y lugar donde ellos también en algún momento pernoctaron junto a mis hermanos mayores.
El pueblo era pequeño, encontramos un camino y resolvimos seguirlo mientras manteníamos una agradable conversación, no nos dimos cuenta del tiempo y poco a poco nos íbamos alejando de las casas, yo quería ver que había más allá, tampoco me di cuenta de que el sol se ocultaba, pero mientras manteníamos la conversación algo llamo nuestra atención, una luz a lo lejos de la carretera. Al principio pensé que era un carro o tal vez una moto, la luz se acercaba a una velocidad conciderable, mi amigo me dijo que mejor regresáramos porque ya se hacía de noche, pero lo convencí de que nos quedáramos un instante más porque se me ocurrió la loca idea de que fácilmente era un carro y nos podría llevar hasta el pueblo por que divise las luces de las casa y nos habíamos alejado mucho .
Así que decidimos esperar, mientras la luz se acercaba, nos dimos cuenta que esta tomaba forma y dejaba escapar quejidos que se confundían con el ulular del viento, nos miramos sorprendidos sin poder identificar que era lo que venía por la carretera pero por alguna razón el miedo nos invadía, caminamos de espaldas como si presagiáramos que algo malo ocurriría, y caminamos cada vez más rápido porque esta “cosa” tenía forma humana pero con un aspecto fantasmagórico.
Solo atinamos a correr, el miedo hizo que nuestros pies se amarraran pero seguimos corriendo, en un momento que puede voltear la cabeza divise un cuerpo flotante con todo el pelo crecido, y la ropa vieja y rasgada, era un maldito condenado. Le grité a mi amigo que se hiciera a un lado de la carretera, pero él seguía corriendo sin hacerme caso, así que lo tome de la mano y lo jale hacia unas rocas que se encontraban en el camino, nos ocultamos y el alma paso con dirección hacia el pueblo, en medio de quejidos lastimeros, como si llorara y se perdió en el camino justo cuando el sol se ponía en el horizonte.
Mire a mi compañero, he inmediatamente empezó a brotarle sangre de la nariz, él no había visto pasar al alma condenada a lado de nosotros, pero entre la maratónica carrera me fije que sus pies no tocaban el suelo, así que resolví no decirle nada, solo atine a limpiarle la sangre mientras lo ayudaba a levantarse y animarlo a dirigirnos al pueblo. Creo que mi nuevo amigo no olvidará esta experiencia.