Aunque ya haya pasado 16 años de aquel momento triste que me tocó vivir, aún tengo presente en mi memoria al amigo con el cual compartimos grandes aventuras, a pesar de contar con solo siete años, nuestros momentos de juegos, nuestra complicidad eran únicos, los momentos de imaginación y compañía. La rutina siempre era la misma, ir a la escuela, regresar a casa para seguir con el juego.
Algunas veces la pelea no podía faltar pero la reconciliación era en el momento, en fin era el súper amigo de infancia. Estuvimos juntos durante dos años, cuando cada uno tuvo que seguir un camino distinto.
El último día, juntos jugamos toda la tarde, fuimos a comprar unos caramelos, estos traían como regalo una cajita de sorpresa el cual contenía un par de anillos, cada uno guardo el suyo y nos despedimos.
Él se fue a vivir a otro lugar pero esto no hizo que dejáramos de comunicarnos, en ese tiempo mediante cartas, que mi hermano mayor se encargaba de llevar por mí. En las cartas nos contábamos lo que estábamos haciendo y siempre, la pregunta que nunca faltaba era, – ¿Cuándo íbamos a vernos? Y la respuesta era también la misma, PRONTO. Tras dos años de enviar constantemente las misivas, llego una que representaría la última, cuando la leí no presentí en ella una despedida, le envié mi carta contándole algunas anécdotas pero nunca recibí respuesta.
Supuse que tenía muchas cosas que hacer, tal vez nuevos amigos con quienes ya compartía su tiempo, total cada uno tenía que rehacer su vida y bueno algún día nos volveríamos a encontrar.
Unos meses después, mientras dormía desperté en la madrugada y alguien estaba sentado a un costado de la cama, extrañamente no sentí miedo, solo quería ver que o quien era, trate de mirar pero una voz dio una respuesta negativa a mi acción, al principio no reconocí la voz pero hizo que mi corazón sintiera una tristeza que nunca había sentido, una mano se posó en mi hombro y otra vez, la voz susurro la palabra, perdóname.
Sorprendida, gire la cabeza decidida a ver quién era, en la voz reconocí a mi amigo pero el gancho de la ventana sonó en ese momento y el perro que había en mi casa comenzó a ladrar, de igual forma el peso de mi espalda se desvaneció, pensativa no pude dormir buscando la razón de lo sucedido.
Después de lo ocurrido, mi hermano llego de su viaje, lo note pensativo, me indico que me sentara, luego vino la lamentable noticia, mi amigo de infancia había muerto hace dos días, inmediatamente lo relacione con lo acontecido anteriormente, ¿él había venido a despedirse?
Estuve soñando con él durante varios días, siempre en el mismo lugar de juegos, siempre en el día de nuestra despedida y los anillos presentes, le conté a mamá esto, porque no dejaba de soñar la misma acción, ella me dijo que tal vez teníamos algún pendiente, recordé los anillos, ella hizo que lo enterrara porque significaba de alguna manera mi unión a él, después de esto soñé una vez más pero solo con la despedida. Descansa en paz amigo mío